lunes, 5 de diciembre de 2011

LO INTENTO

De verdad que lo intento. Que hago todo lo posible para no pensar en aquel día, en aquellas palabras, pero hay algo que me retiene, que no deja que vuelva el yo de antes. Intentar recuperar la confianza mutua. Abandonar la frialdad en mis correos. Ser más explícito. No tener ese tono funcionarial. “Bla, bla, bla. Hace buen día (o un frío del carajo). Pásalo bien. Un beso.” Y todo condensado en menos de cincuenta palabras. Apenas dos líneas.

Lo intento. No lo dudes ni un solo momento. Pero hay algo en mi cabeza que me repite machaconamente que hay cosas que ya no puedo hacer, que ya no tengo que hacer, que ya no deberé y no volveré a hacer. Hoy, sin ir más lejos y aprovechando el sol, me hubiera gustado enviarte un mensaje para quedar a tomar algo. Que, en este preciso instante, tengo el teléfono en la mano, justo en tu número, para llamarte y proponerte ir al cine, a un bar o, simplemente, ver cómo avanzan las obras del tranvía. Pero sé que ese momento pasó para siempre. Que todas las semanas paso delante de tu puerta y no me siento capaz de apretar tu timbre porque tengo miedo a tu reacción. A que pienses que soy un perfecto gilipollas –y, si ya lo piensas, confirmártelo-. A que te preguntes, y me preguntes, que de lo que me dijiste, qué es lo que no llegué a entender. Sí, definitivamente, sería confirmártelo.

Lo intento. Que sepas que no dejo de hacerlo. Que me gustaría que fueras tú la que estuviera conmigo estos días de zozobra y que fueras tú quien me acompañara al médico a que me diera el diagnóstico. Que es a ti a quien me hubiera gustado confesar mi miedo. Que hay montones de cosas de mi vida que me gustaría compartir contigo. Que hay cosas que me gustaría contarte, como antes, como debería ser siempre, al menos, hasta que, como siempre has dicho, me sigas considerando tu amigo. Que me gustaría que fueras tú la que estuviera frente a mí para decirte todo esto en vez de contárselo a esta pantalla brillante en medio de la oscuridad de este asqueroso domingo.

Lo intento. No creas que dejaré de hacerlo. Puedes estar segura de eso. Que no voy a cejar nunca en este empeño de intentar recuperar la confianza mutua. (Lo sé, me repito. Pero si hay algo por lo que merezca la pena esforzarme, es por eso. Para que las cosas vuelvan a ser como antes. Porque si hay algo que valga la pena en mi vida, eres tú. Ya lo sabes. De la manera que tú quieras, como te sientas más cómoda, pero tú). Pero hay algo que me dice que quizá tengas todavía algo que decirme sobre todo este tiempo y no te hayas atrevido. Y eso me echa para atrás y no me deja soltarme. O es que, tal vez, tú también lo estás intentando y tampoco te sale.

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