Releo, hasta el cansancio, la cita de Françoise Sagan sobre amar hasta la locura y me hace recordar que un día estuve cuerdo. Pero no era tan feliz.
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Sólo una vez usé mi orgullo y me causé más dolor que el que me provocó el daño del que quise defenderme. Aún la echo de menos.
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En ningún momento hubo lugar para las dudas. Ni siquiera para esa en particular. Siempre tuve claro cuál hubiera sido la respuesta.
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