sábado, 3 de diciembre de 2011

AINHOA (DESDE – PARA SIEMPRE)

Observarte a través de los cristales de la oficina de tu madre. Ya tan rotunda y contundente en tus formas, en tus curvas. Ya tan afilada con el verbo, tan mordaz. Sorprenderme mirándote. Ruborizarme, agachar la cabeza. Balbucear algo. No saber dónde esconderme. “¿Me puedes ayudar con este trabajo de literatura?” Rozar tu pelo. Pensar que sólo tienes trece años, a punto de cumplir catorce, y yo voy camino de mi primer gran fracaso amoroso y de volver a encender un cigarrillo tras llevar año y medio sin hacerlo.  

Ver pasar los años y las parejas por la vida de cada uno. Tus celos sin sentido de cada una de ellas. Hervirme la sangre al verte con cada uno de ellos. Ni siquiera una insinuación entre nosotros a pesar de todas las otras cosas que compartimos.

Aquella noche. “Lo siento. No es contigo con quien quiero hacer esto.” Abrazarme. Comprenderme sin hacer preguntas. No habértelo agradecido aún lo suficiente. Seguir intentando convencerme de que no hacerlo es lo mejor que pudimos hacer. Creer que algún día llegará, de verdad, nuestro momento…

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