… si alguna vez te parece que evito vernos y que es un síntoma de que algo tengo que reprocharte, olvídalo rápido. Qué puedo reprocharle a alguien que sólo llevó felicidad a mi vida.
… si alguna vez soy sarcástico al hablarte, no me lo tengas en cuenta. Sabes que es el mecanismo de autodefensa que utilizo para que parezca que las cosas ni me afectan ni me duelen.
… si alguna vez me necesitas (aun sabiendo los dos que yo soy la última opción que contemplarías) y te parece atisbar en mí una pizca de duda, recuerda el poema de Benedetti que te recité un amanecer en nuestra azotea. Sabes que dejaría todo por ti.
… ”si dicen que nunca te amé, sabes bien que mienten.”
¡Hola, amor! A pesar de todo, tú siempre serás mi amor.
Te preguntarás qué ha sido de mí durante todo este tiempo, desde el día que desaparecí sin avisar.
¡Madre mía! Cómo poder explicar a quien tanto se quiso y abandoné sin razones aparentes que, una vez más, me venció el miedo. Que a pesar de todo lo que te quise –y aún te sigo queriendo-, fue el pánico a hacerte daño lo que me llevó a tomar esa decisión. Que yo no estaba destinado a hacerte feliz, sino a llevar sólo dolor a tu vida. Que tú eras demasiado buena para pasar tu vida con un árbol tan torcido como yo.
(…)
Mi vida continúa siendo igual, sólo que en esta Copenhage fría y húmeda. Mi trabajo en la embajada es aún más rutinario que el que tenía entonces.
Al principio me gustó la ciudad. Supongo que era la atracción de la novedad, pero todo termina hartando: el clima a pesar de preferirlo al calor sofocante de nuestra ciudad, las sopas de pan a la cerveza y de guisantes secos, la fritura de manzanas y tocino, las bicicletas. Hasta la Sirenita que siempre ejerció sobre mí una atracción casi obsesiva me parece que ya es el símbolo de mi fracaso personal.
(…)
Dentro de unos días se cumplirá el aniversario de aquel malhadado día. Hace ya… Una vida entera. Aquí se celebra la Vigilia de San Martín. Otra tradición. Ganso asado para comer. Ganso asado tan seco que, junto al nudo que se me forma en la garganta al recordar el día que es, me impedirá tragarlo y tendré que escupirlo.
(…)
Continúo fiel a mis costumbres, haciéndome un tatuaje con cada revés que me da la vida. Algo sabes de eso. La fecha y un motivo alusivo. Esta fecha no la llevo sobre mi piel. La llevo dentro de mí, que es aún peor. Cargar con el error de no haber sabido dejarme querer. Te llevo tan dentro que por muchos años que pasen no podré borrarte nunca.
(…)
Durante todo este tiempo he pensado en volver y buscarte. Darte todo tipo de explicaciones, sabiendo que es casi imposible que alguna te convenciera. Hace poco decidí que, aprovechando la fiesta, volvería a buscarte. Incluso compré los billetes de avión. Tenía ya preparada la maleta con lo imprescindible para pasar estos cuatro días e intentar hablar contigo.
(…)
Hoy he visto tu esquela en la versión impresa de uno de los periódicos que recibimos de casa. Debajo de tu nombre, el haiku que un día te escribí en el reverso de un posavasos de nuestro bar preferido. Por eso escribo esta carta. Para justificarme conmigo. Para decirme que nunca te he dejado de querer. Para decirte lo que nunca me atreví. Para expiar mi peor pecado.
Vuelvo a la casilla de salida. A comenzar el juego. Con una sonrisa fingida y desganada. Con el cuerpo lleno de llagas. Con el alma magullada. Sin ganas de volver a jugar.
Vuelvo al páramo de mi existencia diaria. Al territorio sin vida que es mi vida. Al vacío. A la nada.
Vuelvo a lo de antes. A vivir sin freno. A buscar el final entre copas y rayas.
No sé cómo funciona el cerebro para organizar recuerdos. No lograría entender, por mucho que me lo explicaran, por qué cuando nos despedimos para siempre de alguien a quien hemos amado hasta quedarnos exhaustos, los primeros que nos vienen de esa persona siempre son los que hemos transformado en negativos: unas palabras que malinterpretamos, un gesto que nos pareció desabrido, una sonrisa que creímos no era tan sincera como otras veces…; en vez de aquéllos que realmente nos hicieron felices: aquellos bailes que nos parecían sensuales las madrugadas que se nos fueron de las manos, las carcajadas por cualquier tontería, los besos que nos dábamos, a hurtadillas, en los portales, temerosos de que nos descubrieran y se hiciera público nuestro secreto, cuando los únicos que creíamos que lo nuestro era secreto éramos nosotros…
Supongo que funcionamos así como un método de autodefensa. Para no admitir que la persona con la que hoy estoy comiendo fue, en su momento, la más importante de mi vida y es a la que nunca podré dejar de amar.
Estoy volviendo a ser un incendio incontrolado e incontrolable. Vuelve a mí la idea de huir de nuevo. Quisiera ser un vagabundo protagonista de una canción de Springsteen. Algún día volveré a pagar este exceso de calor. Quiero salir corriendo sin rumbo. Siempre he creído que entre los que se quieren no hacen falta las palabras. Tú y yo sólo somos agua y aceite. Otra vez tengo que volver a reconstruirme. He leído todas nuestras cartas y en ninguna nos dijimos que nos queríamos. Ya conozco demasiados bares y los efectos que provocan en mí. Soy patético hasta el vómito que se me escapa. Mi presencia, a veces tan apabullante... Sólo soy brillante en mis meteduras de pata, en mis salidas de pata de banco, en el insulto. Cada vez que me salgo de mi canon, la cago. Tan desaparecido la mayoría de las ocasiones... Ya no tengo más que decir. Huir. Huir. Huir. O dormir eternamente. Que alguien me ponga freno. Que alguien me ayude a apagar mi incendio.
Voy a tomarme un respiro. Vuelvo a mi cueva, de la que nunca debieron dejarme salir ni yo desearlo. Voy a desaparecer una temporada de todas las vidas. He estado confuso todo este tiempo porque ¿cómo pude llegar a pensar que yo podía ser invitado al banquete de los elegidos? ¿En qué momento pensé que la luz iba siquiera a rozarme? ¿Cómo pude ser tan presuntuoso y pensar que el amor iba a reparar en mí, aunque sólo fuera por un momento? No sé cómo pudo pasarse por mi cabeza que, en mí, uno de los desheredados, alguno de los dioses posara un dedo. Yo que nunca he estado en las palabras, ni en los mapas, ni en las fotografías. Yo, precisamente yo, que nunca estaré en ningún recuerdo.
Es hora ya de hacer que las cosas vuelvan a su estado natural. Voy a tomarme un respiro. Vuelvo a mi cueva, de la que nunca debieron dejarme salir ni yo desearlo. Voy a desaparecer una temporada de todas las vidas. Aún está por decidir si también desaparezco de la mía.
Antes de ti, yo aún no era yo pero ya te pensaba. Después de ti, continúo sin ser yo y no he podido dejar de pensarte.
***
Tengo de ti los mejores recuerdos. Los que nadie podrá tener: el primer beso a la 1:27 a.m.; un abrazo atropellado a destiempo, pero tan cálido y tan acogedor… Y mi sonrisa recuperada.
***
Pero intento aplastar tu recuerdo con la fuerza de un enjambre, con la rabia de un suicida.
Llevaba unos días comportándose de un modo no habitual. Quizá por eso aquel día no me extrañó que me dijera que me llevara yo el coche y que él se ocuparía de llevar al niño al colegio y que después cogería el metro o iría andando hasta su oficina. “Total, sólo tardo un poco más andando que en el metro. Además, voy con tiempo suficiente.”
Antes de decidirme por el lugar donde iba a cumplir con el encargo busqué varios edificios abandonados por la ciudad, hasta que di con el que me parecía que tenía mejores opciones para entrar y salir sin ser visto. También tuve que practicar, nunca lo había hecho de aquella manera. Lo siento por los dos inocentes que usé como cobayas, -yo no soy un asesino, simplemente elimino problemas-, pero no podía arriesgarme a dejar a medias mi trabajo. Soy un profesional.
¿Por qué no viene papá a jugar conmigo? Ya hace varios días que no viene por casa. Nunca había tardado tanto en volver.
No oí nada. Sólo vi cómo caía desplomado. Miré alrededor y tampoco vi nada. Se quedó con los ojos abiertos. Y sonreía. Lo que más me chocó es que sonreía, como si fuera feliz, como si esperara ese momento.
¡Qué momento más poco digno! He caído encima de un charco. Ha tenido que escoger un día de tormenta para hacerlo. Quizás haya sido eso lo que ha hecho que no haya sido certero con el disparo. Ya me avisó que nunca había hecho algo así. Lo siento por mi mujer y mi hijo, pero es mejor esta muerte que no ver cómo me voy degradando poco a poco por la enfermedad. No tiene remedio. Ya he entrado en la última fase de la metástasis. Es mejor que me recuerden como me han visto hoy no como un guiñapo destrozado por este cáncer al que no hice caso cuando me noté el bulto.
Me dijo la policía que cuando llegaron estaba sonriendo, que parecía feliz y en paz. No sé si ahora lo estará. Rebuscando entre sus papeles he encontrado una nota con los preparativos para su entierro. ¡Qué ironía! Él que vivía al día, había planificado su despedida.
Es la primera vez que me encargan algo así. Ningún cliente, en todo el tiempo que llevo dedicándome a esto, me había pedido eso. Además, será la primera vez que utilice el método que me ha solicitado. (NOTA: Tendré que hacer varios ensayos antes de acometer el trabajo final). Por un momento he dudado en aceptar el encargo, pero cuando me ha dicho que me pagaría el doble y he recibido el aviso de que el dinero estaba ingresado en mi cuenta se han disipado todas mis dudas. Ante todo, soy un profesional.
Empezaré a pensar dónde y cuándo. Ni muy pronto, ni muy tarde.
Por fin he encontrado lo que necesitaba en la sección de anuncios clasificados de un periódico de tirada nacional. “Eliminamos sus problemas. Método, lugar y precio a convenir, según la complejidad del trabajo.” Venía una dirección de correo electrónico. He contactado con él. Se ha extrañado cuando le he hecho el encargo. Lo único que me ha pedido es que le pague por adelantado y, a cambio, yo le he pedido que no me diga ni dónde ni cuándo.
No me explico cómo nadie puede sospechar de lo que se anuncia en la prensa.
Notas apresuradas para la celebración de mi próximo entierro:
1 Nada de flores. Ya sabeis que soy alérgico.
2 Ropa de colores vivos. Nada de colores neutros, oscuros ni tonos pastel.. Colores fuertes, vivos, alegres. A fin de cuentas no es tan grande la pérdida.
3 Coro de vírgenes vestales, vestidas como vírgenes vestales, cantando el “Gaudeamus Igitur”. Ya sé que no tiene nada que ver con un funeral, pero me gusta.
4 Banda sonora: “Born to run”, de Bruce Springsteen, “Like a rolling Stone”, de Bob Dylan y “Simulacro” de Rafael Berrio. Si alguien quiere oir otras puede pedírselo al DJ que amenizará la fiesta, pero eso sí, nada de que suene “My way”, está muy trillado.
5 Nada de panegíricos. Estaré muerto. Nadie tiene que mentir. Quiero que aquéllos a los que ofendí expresen lo que de verdad piensan de mí.
Supongo que algo se me olvida. Voy a repasar la lista por si se me ocurre algo más.
Vuelvo a ti otra vez, cuando todo es oscuridad en mi vida, cuando no tengo fuerzas para seguir, cuando no sé por dónde continuar.
Vuelvo a ti, como ayer, como volveré mañana, cuando todas las puertas están cerradas, cuando todos los caminos están cortados.
Vuelvo a ti en busca de un abrazo salvador, cuando todas las heridas se han vuelto a abrir, cuando parece que ya no hay remedio para mí.
Y tú, me recibes con una sonrisa, me insuflas energía para continuar, me muestras nuevas rutas. Con tus besos cauterizas mis heridas, con tus manos arrancas delicadamente todas los alfileres clavados en mi alma y en mi corazón y, apoyando mi cabeza en tu regazo, susurras todo aquello que sabes que me gustaría oir de otros labios.
Al amanecer, una vez reconfortado por tus cuidados, recuerdo que al conocernos nos prometimos no cometer el error de enamorarnos, pero no puedo dejar de pensar qué hubiera sido de nosotros si hubiéramos roto la promesa. Quizá yo no sería este monstruo tantas veces reconstruido. Quizá tú no serías feliz. Quizá no nos hubiéramos vuelto a ver. Quizá no seríamos sólo refugio para el otro.
Antes de despedirnos, salgo de tu casa deseando que ojalá me llegue el dolor cuanto antes y, entre dientes, aunque es algo que sé que nunca te ha gustado que hiciera, mascullo por enésima vez mi agradecimiento. Nunca seré capaz de decirte el bien que me has hecho siempre y que me sigues haciendo.
Estoy volviendo a recuperar el trato con antiguos amigos. Con Jack y Johnnie nunca perdí contacto. Hace unos días me encontré con tres más: Perico, Mari y Juana. ¡Cuánto nos hemos alegrado al recordar los viejos tiempos!
***
Siempre he sabido que no bastaba con ser yo el único que quisiera.
***
He intentado aplastar tu recuerdo con la cólera de un dios lloviéndose cuarenta noches.
-En su juicio alegó no recordar nada de lo que sucedió aquella noche. ¿Sigue sin recordar nada?
-En mi juicio me acogí a mi derecho constitucional de no declarar nada que pudiera perjudicarme. Incluso me acogí a mi derecho a contar mentiras. Pero hoy, cuando ya no hay vuelta atrás, puedo contar toda la verdad de aquella noche aciaga y, a la vez, tan feliz para mí.
Ahora que ya no va a cambia nada, que ya es cosa juzgada, puedo confesar, sin temer nada, -sólo espero ya mi ejecución- todo lo que pasó aquella noche, la que dio comienzo a todo.
Como hacía de vez en cuando, aquel día volvió a meterse en mi cama. Me abrazó y comenzó a besarme. Correspondí a sus muestras de amor, tal y como se espera de un hombre. Y yo, en aquel momento, lo era. Mis manos comenzaron a recorrer cada esquina, cada curva, cada esfera de su cuerpo.
Sí, ya sé que, conociéndola como la conocía, tenía que haberme contenido, que haber frenado mis instintos pero, al fin y al cabo, uno tiene una gran parte de animal y se deja llevar en determinadas ocasiones, y más en esas.
Al intentar acoplar nuestros cuerpos y que comenzaran a ejecutar una coreografía de movimientos convulsos e interpretar una sinfonía onomatopéyica sin sentido, ella dijo, una vez más, que aún no era el momento. Tantos años juntos y no le había llegado el momento. ¿Cuántos más tendría que esperar?
Mas aquella ocasión fue distinta. No sé qué se disparó en mi cabeza haciendo brotar lo peor de mí, aquello que había controlado tanto tiempo. No pude evitarlo. No quise reprimirlo más.
Tengo vagos recuerdos de lo que sucedió después. Sí que creo ver cómo mi mano se estrella una y otra vez contra su rostro hasta hacerle perder la consciencia. La siguiente imagen que me viene es levantándome de encima suyo una vez satisfecho mi deseo e ir hacia la ducha. Apenas nada más. Sólo ella dolorida en su cuerpo y en su orgullo, al descubrir que todo lo que me había negado hasta entonces, se lo había arrebatado por la fuerza.
Es posible que alguien crea que soy un monstruo, un ser abyecto, pero ella me empujó a convertirme en lo que llegué a ser y que no encontrara placer en el sexo si antes no dejaba inconsciente y malherida a mi concubina, hasta que ocurrió lo inevitable y por lo que espero que todo acabe ya.