miércoles, 28 de marzo de 2012

EL MILLÓN DE COSAS QUE NUNCA LE DIJE

Ahora que ya ha pasado el tiempo suficiente y ha aplicado su barniz sobre mis recuerdos haciéndolos más amables, menos dolorosos y, aprovechando que ya no vamos a volver a vernos y todos los canales de comunicación se cerraron para siempre, puedo reconocer que me quedaron un millón de cosas por decirle. Que la quise. Que la quiero. Que la querré. Ayer. Hoy. Mañana. Siempre. Que tan seguro estoy de ese sentimiento que hasta pensé hacerme una escarificación con su nombre para que todos lo vieran, yo que tanto detesto atarme a un nombre. Que la única persona con la que quise compartir tiempo y espacios fue con ella, traicionando a mi soledad. Que quien despertó en mí el sentimiento de paternidad, si es que existe, fue ella. Que con ella hubiera querido tener uno, dos, todos los hijos que vinieran. Que hubiera sido capaz de detener el tiempo y que siempre fueran la 1:27 a.m. de aquel bendito día. Que hubiera prendido fuego a la lluvia para que no resbalara al pasear. Que hubiera convocado a todas las tormentas las tardes de los domingos que me lo hubiera pedido. Que hubiera espantado al frío. Que haría que el sol saliera todos los días solo para ella. Que, traicionando una vez más mis promesas, le hubiera compuesto la canción, y cien más, que aquella primera noche de aquella primavera tardía prometí escribirle. Que ella siempre estará en mis calles. Que ya sé que nunca estuve ni apareceré en su mapa, pero que me hubiera conformado con estar tan solo en el doblez que utiliza para marcar la página…

Me quedaron un millón de cosas por decirle... Lástima que ya no esté cerca para escucharlas. Aunque la única verdad de todo lo que nunca le dije es que yo solo quería llevármela a la cama y que fuera una muesca más en el cabecero.

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