jueves, 29 de marzo de 2012

UNA PÉSIMA COMPARACIÓN, PERO A MÍ ME VALE

Imaginemos que nuestra vida, nuestros afectos, funcionan como una ciudad. Las personas que entran y salen de nuestras vidas ocupan los barrios que quieren o los que dejamos que ocupen. El centro, el corazón, sería el lugar más importante y en el que menos habitantes habría. Es el distrito que reservamos para aquellos que queremos que sean los más importantes en nuestra vida. Y al que alguno llega para quedarse una temporada o para siempre. El barrio limítrofe con el centro sería el que reservamos para aquellos que, aun siendo importantes, no les tenemos reservado un lugar preeminente, pero están cerca de ser casi imprescindibles. Y, así hasta las afueras.

Imaginemos que a alguien de los que aparece en nuestra vida, bien porque lo hayamos buscado, bien porque fue quien nos encontró, o, simplemente, llegó por casualidad, por accidente o porque así estaba escrito, le reservamos uno de los mejores apartamentos del centro. O que le dejamos elegir dónde quiere quedarse porque no quiere vivir en el centro porque le asusta, o no le gusta, el bullicio que suele haber. Pero les decimos que ocupen el lugar donde más cómodos puedan estar, o el que ellos prefieran pero que sea cerca del centro, el tiempo que quieran vivir en nuestra ciudad. Y, para nuestra desgracia, escoge irse a las afueras, donde nuestro calor no le alcanza y terminaremos perdiéndole de vista.

Pues de una manera parecida funciona cuando somos nosotros los que llegamos a una ciudad nueva. Solo que, en vez de acomodarnos nosotros donde nos gustaría, nos marcan el lugar donde debemos vivir. Y, hay veces, que nos expulsan del barrio donde nos gustaría vivir, e, incluso, nos destierran de la ciudad donde querríamos quedarnos, dándonos igual el barrio en el que dejaran que habitáramos.

Así estoy ahora. Con la mejor vivienda del centro de mi ciudad, deshabitada, la que tiene mejores vistas sobre toda mi vida, sin nadie interesado en ocuparla, y buscando un lugar donde me acepten y pueda quedarme.

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