sábado, 28 de mayo de 2011

1:27 A.M.

Hay quien se enamora perdidamente y a primera vista. Otros, como es mi caso, nos vamos enamorando de manera gradual, pensando mucho si la cosa va a funcionar e, incluso, si va a merecer la pena.
Uno no escoge el momento de enamorarse. Ni siquiera la persona. Todo es pura casualidad. Un día te cruzas con alguien por la calle. Otro día coincides con ella comprando el pan. Y así hasta que un día terminas compartiendo un café de una hora. Y empiezas a acumular recuerdos que, vagamente, puedes ubicar en una fecha o en una hora concreta.
1:27 a.m. Esa es la hora de nuestro primer beso. Fue algo increíble. ¿Por qué estoy tan seguro de que esa era la hora? Quité la pila del reloj para que la hora quedase congelada para siempre, para conservarla. El minuto exacto de esa primera vez que me besaste está metido en un reloj. Desde entonces, nunca sé qué hora es, pero me ha dejado de importar.

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