viernes, 20 de mayo de 2011

SOÑAR

Nunca he soñado. O, al menos, nunca he recordado mis sueños. No he tenido sueños en los que yo era feliz. Me he limitado a aceptar las migajas que la vida tenía a bien regalarme cuando se acordaba de que ocupaba un lugar en el mundo. Nunca he alzado la voz contra ello. Me bastaba un libro o una película japonesa sobre cómo hacer sopa de miso para pasar mis horas y sosegar mi espíritu.
Nunca he acudido a una protesta, a una manifestación; me dan miedo los insectos y perecer aplastado por la multitud. El caso es que hay veces que llego a pensar que cada vez estoy más cerca de lo que quiero, pero cerca es aún demasiado lejos. Quiero decir que cada paso que doy me aleja más de ti y no me deja ni el recuerdo. Aunque lejos y cerca son, a veces, algo relativo.
Nunca he soñado. Creo que no sé soñar. Nadie perdió parte de su tiempo en enseñarme. Sé que soñar contigo no es soñar; es recordar que un día mi cuerpo estuvo enredado entre tus piernas, que mis labios se perdieron entre los tuyos. Es añorar tu espalda al levantarte. Es no olvidar la forma en que me miraste cuando me pediste, en nuestra azotea, que no dejara de amarte.

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