martes, 3 de mayo de 2011

ESCRIBIR. VIVIR.

Uno, en estas tardes de lunes con sabor a domingo, vuelve a pensar que sólo escribe cuando las cosas le duelen. Cuando se le retuercen en las tripas hasta llegar a provocarle un dolor físico. Sólo uno que está muy solo, en las madrugadas que es preso del insomnio, se pone delante del ordenador a teclear su tristeza por si alguien llega a leerle y, de alguna manera, lo que dice sirve para consolar al lector igual que a él le sirve para hacer el exorcismo diario que le ayuda a dejar parte del lastre que le supone su desolación. Y, es en estas ocasiones, cuando todo lo que se escribe sale a borbotones y no se preocupa de darle ni forma ni estilo. A puro grito escribe. Creo recordar que, delante de un gin tonic, se lo dije a ella.
-Sólo escribo cuando estoy triste. Y no necesito una batería de canciones tristes para ayudarme.
-Pero también serás feliz en ocasiones. ¿Qué haces cuando eres feliz?
-Cuando estoy triste, escribo. La felicidad no se escribe…,  la felicidad la vivo contigo.

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