lunes, 2 de mayo de 2011

COMO TODOS LOS DÍAS

6:17 a.m. Suena el despertador. A la misma hora, como todos los días. Me levanto rápido, no me gusta remolonear en la cama, no vaya a ser que vuelva a dormirme. Enciendo el primer cigarrillo, como todos los días, mientras preparo café. Echo un vistazo al teletexto y al canal 24 horas, quiero saber qué ha pasado mientras volvían mis pesadillas. Procedo a efectuar el ritual de mi higiene personal: afeitado, limpieza de dientes y ducha mientras escucho música en la radio. Salgo de casa corriendo hacia el metro. Transbordo en Pacífico y otro en Nuevos Ministerios. Llego al trabajo. Aguanto los tres primeros clientes con la mejor de mis sonrisas. El cuarto ya empieza a ponerme nervioso. Con el siguiente no puedo más y exploto. Salgo a la calle. Es posible que otro cigarro calme mis nervios. Tomo un café. El cuarto y último antes de comer, como todos los días. Cerramos la tienda. Vamos los tres a comer. Café, partida de dominó y cigarrillo. La misma rutina de todos los días. Las mismas barbaridades a las camareras. Volvemos al trabajo. Hacemos caja. Otro día más que cuadra a la primera. Ceno algo frío y ligero. Miro, sin escuchar, la televisión. Hago que leo. Limpieza de dientes, crema exfoliante e hidratante. Como todas las noches. La ropa doblada. Me meto en mi cama vacía. Como toda la vida. Intento conciliar el sueño. Con la esperanza puesta en no despertar, muero para volver a renacer mañana. Como todos los días.

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