Quizás aquella noche estabas cargada de razón. Quizá tuvimos que acabar la noche juntos. Quizá tenía que haber respondido a tus besos. Quizá tenía que haberte follado y vaciarme dentro, contra, en, sobre y de ti. Quizá así hubiera encontrado sentido a tu estúpida frase de despedida, esa que ya no voy a permitir que siga martirizándome, porque, por fin, estoy comenzando a entenderte, a conocerme, respetarme y a sentir por mí algo parecido al cariño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario