jueves, 1 de septiembre de 2011

RUEDA DE PRENSA (CONFESIÓN)

-En su juicio alegó no recordar nada de lo que sucedió aquella noche. ¿Sigue sin recordar nada?

-En mi juicio me acogí a mi derecho constitucional de no declarar nada que pudiera perjudicarme. Incluso me acogí a mi derecho a contar mentiras. Pero hoy, cuando ya no hay vuelta atrás, puedo contar toda la verdad de aquella noche aciaga y, a la vez, tan feliz para mí.

Ahora que ya no va a cambia nada, que ya es cosa juzgada, puedo confesar, sin temer nada, -sólo espero ya mi ejecución- todo lo que pasó aquella noche, la que dio comienzo a todo.

Como hacía de vez en cuando, aquel día volvió a meterse en mi cama. Me abrazó y comenzó a besarme. Correspondí a sus muestras de amor, tal y como se espera de un hombre. Y yo, en aquel momento, lo era. Mis manos comenzaron a recorrer cada esquina, cada curva, cada esfera de su cuerpo.

Sí, ya sé que, conociéndola como la conocía, tenía que haberme contenido, que haber frenado mis instintos pero, al fin y al cabo, uno tiene una gran parte de animal y se deja llevar en determinadas ocasiones, y más en esas.

Al intentar acoplar nuestros cuerpos y que comenzaran a ejecutar una coreografía de movimientos convulsos e interpretar una sinfonía onomatopéyica sin sentido, ella dijo, una vez más, que aún no era el momento. Tantos años juntos y no le había llegado el momento. ¿Cuántos más tendría que esperar?

Mas aquella ocasión fue distinta. No sé qué se disparó en mi cabeza haciendo brotar lo peor de mí, aquello que había controlado tanto tiempo. No pude evitarlo. No quise reprimirlo más.

Tengo vagos recuerdos de lo que sucedió después. Sí que creo ver cómo mi mano se estrella una y otra vez contra su rostro hasta hacerle perder la consciencia. La siguiente imagen que me viene es levantándome de encima suyo una vez satisfecho mi deseo e ir hacia la ducha. Apenas nada más. Sólo ella dolorida en su cuerpo y en su orgullo, al descubrir que todo lo que me había negado hasta entonces, se lo había arrebatado por la fuerza.

Es posible que alguien crea que soy un monstruo, un ser abyecto, pero ella me empujó a convertirme en lo que llegué a ser y que no encontrara placer en el sexo si antes no dejaba inconsciente y malherida a mi concubina, hasta que ocurrió lo inevitable y por lo que espero que todo acabe ya.


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