martes, 7 de febrero de 2012

UNA SÚPLICA

Nunca os he pedido nada. En todo el tiempo que nos conocemos, nunca os he pedido nada. Hasta hoy.

Por favor, dejad que me vaya. De verdad os digo que si no lo necesitara no os lo pediría nunca. Que tengo que parar, que llevo ya demasiado tiempo pisando a fondo el acelerador.

Por favor, dejad que me ausente. Que si no paro ahora, sé cuál es el próximo paso. Que ya lo he vivido otras veces.

Por favor, dejad que me esconda. Que no es un adiós para siempre. No es un adiós definitivo. Es solo un mutis momentáneo.

Pero, por favor, dejad que desaparezca. Que quiero poner todo en orden, recuperar un poco de paz.

Por favor, dejad que me exilie de vosotros una temporada. Que no voy a ocultarme en mi cueva para siempre. Que si me necesitáis voy a estar. Que siempre voy a estar a vuestro lado cuando requiráis mi presencia. En los buenos momentos. En vuestras penas.

Pero, por favor, ¡os lo suplico!, dejad que me vaya…
 “…y desde mi casa grito
que aunque pienso en abrazarte,
que aunque pienso en ir contigo,
el doctor me recomienda
que no me quite mi abrigo,
que no esté ya más contigo
y yo no puedo negarme
pues el tipo soy yo mismo.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario