lunes, 27 de febrero de 2012

FRACASO

No sé por qué pero siempre pensé que el amor dolería menos en la madurez que en la juventud. No el amor. La falta de amor. El fracaso, más bien.

No sé por qué pero siempre pensé que a la edad que tengo ahora los fracasos, del tipo que fueran, harían menos daño.

Pero he descubierto que no es así. Que duelen lo mismo. No. Lo mismo, no. Duelen más. Porque cuando tienes veinte años, aunque el fracaso te parezca el fin del mundo, sabes que te queda toda la vida por delante. Pero a mi edad cada paso que das no sabes si va a ser el último. No sabes si la vida te va a dar la oportunidad de mover otro pie, si cuando tropiezas y caes, va a permitir que te levantes. Y, lo peor de todo, -o quizá lo mejor-, es saber que no vas a tener ganas de levantarte.

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