martes, 28 de febrero de 2012

28 DE FEBRERO DE 1999

Tapiaste, con material indestructible, la entrada a la azotea donde me gustaba hablarte de los sueños en los que tú siempre aparecías, aunque siempre supe que no querías estar en ellos. Me pregunto qué es lo que hizo que estuvieras tanto tiempo a mi lado.



Te ocupaste de borrar todos los caminos que llevaban hacia ti para que no hubiera posibilidad de volver a empezar o a hacer las cosas bien. No sé en qué momento pensaste en hacer todo lo que me hiciste después. Ni siquiera me planteo si tuviste algún motivo, pero, de tenerlo, seguro que fui yo quien te lo dio.



Supongo que, a tu modo, me quisiste, y que todo lo que me hiciste vivir después, fue tu forma de demostrármelo. Quiero creer eso. Prefiero pensar así y no ser de la opinión de los que dicen que hay maldad en ti e intentan convencerme de ello. Porque yo sí te quise como no he vuelto a querer a nadie más, si es que existe una medida para eso. Incluso me prometí a mí mismo que, después de ti, nadie más. Y quiero que sepas que lo he cumplido, salvo un par de momentos de debilidad. Pero que no ha habido nada más allá de lo que yo he sentido. Que la única vez, de esas dos, que pude ser correspondido salí huyendo.



A pesar de todo lo que he pasado por ti, hasta no hace mucho hubiera bastado una muestra de piedad hacia mí o una mirada tan verde de las tuyas, para que yo hubiera dejado todo y fuera detrás de ti, olvidando todo, y consiguiera olvidar todo el mal que me has hecho. Ahora, solo indiferencia es lo que me provoca tu recuerdo. Ni amor, ni cariño. Ningún tipo de afecto. Tampoco odio. ¿No te parece que es muy triste este no sentir nada?

 ***

28 de febrero de 1999. Domingo. Alrededor de las diez de la noche. En La Cocktelera. Un gin tonic de Beefeater y un Dyc con coca cola. “¿En qué piensas?” “En nosotros. En que podríamos poner un poco de nuestra parte y hacer que esto funcionara de verdad. ¿Y tú?” “En que quiero que lo dejemos.” “¿Puedo saber por qué?” “Porque no eres el tipo de hombre que yo esperaba.” Te acompañé a casa. Como siempre. Subí tu escalera por última vez. Hasta el cuarto piso. “¡Que te vaya bonito!”, mi despedida.

 ***

Hoy se cumplen 13 años de esa conversación. Donde terminó lo nuestro y empezó mi calvario. Durante todos estos años no he dejado de preguntarme qué tipo de hombre esperabas que fuera. Sigo sin encontrar la respuesta. Pero, hace tiempo que, por fin, llegué a entender todo y a saber que soy afortunado por no ser como querías que fuera. Y soy muy feliz por ello.



P.D. Hace casi un año que ni siquiera apareces en mis pesadillas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario