lunes, 30 de enero de 2012

ESE NO SÉ QUÉ QUE HABITA EN MÍ…

Bien. Es verdad. Lo reconozco. Cuando se trata de mí tenéis razón. Siempre la habéis tenido. Mucho me temo que siempre la tendréis.

Sí, es cierto. Tengo esa extraña manía de desaparecer de pronto. Aunque a ninguno os sorprenda porque siempre habéis dicho que, poco a poco, van apareciendo los síntomas, que voy dejando señales. Señales que dice O. que ya he comenzado a emitir, (claro que ella juega con ventaja. Dice que ha oído que llevo unos días escribiendo sobre el tema. También tendrá que ver que alguien con quien has tenido una relación, cree conocerte más que los demás, aunque hayan pasado veinte años de aquello). Que soy muy transparente, demasiado previsible. Que no hay espacio para la sorpresa en mi vida.

Que puedo estar eternamente esperando que pare en mi estación un tren que sé que nunca va a pasar y que, de pronto, salto a uno que hace una pequeña parada técnica aunque sepa que no me conviene, que me va a hacer daño, que jamás me llevará a mi destino y que me alejará aún más de él de lo que lo he estado en todo momento

Que soy capaz de esperar que acaben mil inviernos para vivir solo un minuto de la primavera que siempre he deseado, pero me conformo con un suave, pacífico y anodino otoño que nunca quise que fuera mío.

Que haya vinculado mi suerte a las letras de un nombre y termine susurrando otro que no contiene ninguna de esas letras.

Que lleve toda mi vida buscando mi destino y, cuando creo haberlo encontrado, ya me esté despidiendo.

Sí. Es cierto. Es lo que A. definió una vez como "ese no sé qué que habita en ti", que me lleva a destruir el mundo en el que he estado viviendo, hasta no dejar ni los cimientos. Olvidar todo lo que había en él. Pero que, como soy un poco cobarde, tengo que mantener un débil hilo que me lleve de nuevo a casa por si algún día las cosas salen mal y no hay más remedio que volver.

Ese no sé qué que habita en mí…

No hay comentarios:

Publicar un comentario