martes, 8 de noviembre de 2011

LA NOCHE DEL VIERNES SOÑADA. ANA TIENE FIEBRE PERO SOY YO EL QUE DELIRA

NOTA: No tengo memoria eidética, pero, más o menos, la noche y la conversación transcurrieron así.
-No considero que esté en inferioridad de condiciones cuando estoy con ella porque sepa lo que he llegado a sentir por ella. No pasa por mi cabeza que, de alguna manera, pudiera aprovecharse de esa “ventaja”, -hago la señal de las comillas con las manos, mientras Belén Esteban nos grita desde la tele, haciendo que esté a punto de perder el hilo de mi discurso-, ella no es así. Además yo estoy bien conmigo habiéndole hecho saber mis sentimientos. Es mejor eso que no  haberme quedado con todo dentro sin darles la oportunidad de salir y que, ahora y por ello, mi cabeza estuviera a punto de estallar. Que yo estuviera a punto de volverme loco. Es así y no estoy muy seguro de no haber enloquecido.
-¿Tanto la has querido?, -pregunta mientras rellena, una vez más, mi vaso.
-No existe una escala que pueda medir el amor, para graduar si la he querido mucho o poco, más o menos que a ésa o a aquélla. La he querido como tocaba quererla, como demandaba este momento de mi vida, como me salió quererla.
-Llegará un momento en que dejes de quererla y sólo sea un recuerdo, más o menos amable, pero sólo eso, un recuerdo, una sombra en el pasado.
-No se deja de querer nunca a quien has querido. Nunca será una sombra porque es luz y, a pesar de todo, llenó mis días con su luz. Se atenuará su recuerdo, sí, pero de vez en cuando volverá, como vuelve Lola. Tú sabes lo importante que fue Lola para mí, lo mal que lo hice con ella… Aún tengo remordimientos.
-Quizá por eso vuelve.
-Quizá sea por eso, pero esta vez no tengo la sensación de haberlo hecho mal. No sé si podría haber hecho más, no tengo elementos de juicio porque en esto no soy nada objetivo, pero no creo haberlo hecho mal porque, por una vez, no me he dejado nada dentro.
-Y tú, ¿qué recuerdo de ti crees que quedará en ella? ¿Crees que te recordará?
-Nunca he pensado en ello, en que yo pudiera dejar algún tipo de recuerdo, ni en ella ni en nadie. No creo que le quede ningún recuerdo de mí porque se recuerda a quien se quiso, a quien fue importante en tu vida. Yo, en el mejor de los casos, sólo soy una anécdota que se irá diluyendo y en poco tiempo no seré nada. Yo, como mucho, sí seré una sombra en su recuerdo. Sabes que soy tan anodino que no creo que nadie me recuerde una vez que he desaparecido de su vida. Pero si tiene alguno, si le queda alguno y, por casualidad, es bueno, espero que lo deforme hasta el punto de pensar que lo único que pretendía de ella era pegarle un par de polvos. Que fingí que la quería sólo porque quería acostarme con ella. Y que, si lo hubiera conseguido, ése hubiera sido el final de la historia. Dos polvos y adiós.
-Si te ha llegado a conocer, mejor dicho, si tú te has dejado conocer, es imposible que piense eso de ti. ¿Por qué quieres que te recuerde así?
-Porque sería lo mejor. Porque no sé si me gustaría que me recordara como alguien que una vez la amó. Porque de todas las maneras que podría recordarme, ésa es la que menos daño me haría.
-No eres justo contigo. Nunca has sido justo contigo.
-Porque yo me conozco y los demás sólo veis de mí lo que yo quiero que veáis.
-Sé lo suficiente, y más, de ti para saber que no eres así. Lo que nunca he entendido es por qué te quieres tan poco, por qué esa cosa tuya de hacer creer a todo el mundo que eres malo y no mereces la pena. ¿Crees que si fueras como dices o que no valieras la pena, yo, y los que te conocemos y queremos, íbamos a estar perdiendo el tiempo contigo?
-Soy de la opinión de que la vida te devuelve aquello que le das. A mí ya sabes cómo me ha ido, lo que quiere decir que no le he dado nada bueno a la vida. Lo que significa que no soy, precisamente, un modelo a seguir.
-No estamos hablando de ser un modelo a seguir, de ser un ejemplo. Estamos hablando de buenos y malos y tú no eres malo. No es malo el que está más pendiente de la felicidad, del bienestar de los demás antes que del suyo propio.
Me deja callado, como ha pasado tantas veces. Voy a la cocina a preparar la cena. Ana se dispone a poner la mesa, pero la disuado.
-Quédate sentada. Tienes fiebre, estás enferma. Ya me ocupo yo de todo. Déjame, por una vez, que sea yo el que cuide de ti.
Cenamos, casi en silencio, hasta que arroja la pregunta que creí que nunca iba a hacer, la que me ha hecho muchas veces en todos los años que nos conocemos en mis momentos turbulentos.
-¿De verdad que no te queda sensación de haber fracasado?
-Eh…, -balbuceo porque no encuentro bien la manera de decir lo que quiero decir. Bebo un sorbo de agua intentando ganar tiempo para poner en orden las palabras-. No. Esta vez no tengo sensación de fracaso. Ahora sé que he tenido esa sensación todos estos años que me he negado la posibilidad de sentir algo, bueno o malo, pero sentir. Haber sido capaz de albergar algún tipo de sentimiento. El que fuera, pero sentir y no tener esta sensación de no haber vivido, de haber estado como en estado de hibernación, sin sentir, sin padecer, como si todo, y sabes lo que quiero decir con todo, me diera igual. Haberme hecho, o parecer, casi inmune al dolor, a la alegría, a la vida…
Nos levantamos. Esta vez no puedo convencerla de que se quede quieta y me ayuda a retirar los platos. Siento su mirada desde la puerta de la cocina mientras friego. Me seco las manos. Miro por la ventana. Llueve y siento deseos de salir a la calle a mojarme y que mis incipientes lágrimas se confundan con las gotas de la lluvia. Me doy la vuelta. Está sonriendo y yo fuerzo una sonrisa para no preocuparla como hago siempre. Nos sentamos en el sofá. Me sirve otro whisky. Me obliga a apoyar mi cabeza en su regazo, juega con mi pelo como ha hecho otras veces y recuerdo otros días más felices con ella.
-Una suposición. Si, pasado un tiempo, se decidiera por ti, y quisiera intentarlo contigo, ¿qué harías?, -pregunta a bocajarro y suenan sus palabras como un disparo.
Silencio.
Más silencio. O se ha hecho eterno el momento o se ha parado el tiempo, si es que alguna vez no ha sido lo mismo.
-Dices eso como si fuera una opción posible cuando los dos sabemos que no lo es. Que si no ha sido, no será. Que aunque no me canse de esperar, no estoy en disposición, dada mi edad, de esperar eternamente. Que no se está siempre en el mismo sitio. Que uno se mueve. Que si eso ocurriera es posible que hubiera alguien que ya llenara mi vida. Aparte de que no creo que suceda nunca, y de que no se me da muy bien hablar haciendo hipótesis, y menos de esto que es tan imposible, creo que sabes la respuesta. Sabes que yo siempre he dicho que las parejas o las aventuras de mis amigos dejan de existir, como mujeres, para mí. De la misma manera, cuando pongo cara a alguien que es pareja de la mujer a la que quiero o podría llegar a querer, ella deja de ser un “objetivo”…
-Pero todos tenemos un pasado, unas historias que hemos vivido y nos asiste el derecho a tener un futuro, a intentar tener el futuro que queremos, en el momento que queramos, con quien queramos…
-Sí. Pero no me sentiría a gusto con alguien a quien le he conocido una pareja en el momento de estar viviendo su historia. Ya sé que todos tenemos pasado y la inmensa mayoría, por no decir la totalidad, son más honorables que el mío. No me importaría encontrarme un día con algún ex novio o ex amante de la que en un momento dado fuera mi pareja. No sé si podría soportar lo que pasara por mi cabeza sin enloquecer, o algo peor, si a cualquiera de esos ex los hubiera conocido viviendo su historia con ella. Claro, que esto lo digo ahora, desde esta posición y en este momento. Es muy fácil mirar los toros desde la barrera y decir “yo hubiera hecho…”, o “yo haría…” Tendría que llegar realmente el momento sobre el que estamos teorizando para ver cómo reaccionaba, para ver lo que haría. Quizá nada me importara o quizá no podría vivir pensando que, en este momento, que es en el que la quiero, ella ha tomado otro camino y me ha dejado atrás.
-O a un lado…
-Donde sea. Sabes que no creo que la vida dé segundas oportunidades. Que si ahora no ha sido, no va a ser nunca. Que hay un momento para cada cosa y una cosa para cada momento. Que lo difícil es hacer que la cosa y el momento encajen. Y que si no encajan cuando queremos que lo hagan, no va a haber nunca nada que los haga encajar.  
Noto como se me cierran los ojos. El whisky y el sueño conjuran contra mi consciencia. Oigo como, mientras me acaricia la cara, murmura para sí “mi pequeño príncipe” y aún me da tiempo a preguntarle, antes de que el sueño gane esa batalla, qué pensaría su novio si nos viera así.
-Él sabe lo que hay entre nosotros y creo que eso es lo que hace que esté orgulloso de mí. Hoy podría estar aquí, pero ha preferido que estuviéramos solos.
Despierto el sábado por la mañana. Me ha arropado con una manta y está sentada a mi lado. Sonreímos. No nos hace falta decir nada para despedirnos. Sabemos que ha llegado el momento de separarnos pero que, seguro, va a haber más momentos como éste aunque no nos gustaría que llegaran nunca, a pesar de ser sólo estas temporadas las que aprovechamos para estar cerca el uno del otro.
Las cicatrices nos recuerdan de dónde venimos, pero no nos dicen hacia dónde vamos.

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