jueves, 27 de octubre de 2011

ELLA NO DEBERÍA SABER NUNCA QUE…

… tomo notas, desesperadamente y antes de que todo se me olvide, de lo que hicimos cada minuto que pasamos juntos. Cada frase, cada silencio, cada mirada quedarán encerradas en una Moleskine.

… escribo en el reverso de las fotografías, contextualizando el momento en el que fueron tomadas y explicando el porqué de nuestras sonrisas y nuestros momentos de complicidad.

… por ella rompí todas las promesas, volví a componer canciones, a tocar la guitarra, olvidé mis miedos, dejé aparcada mi fobia al contacto físico.

… antes de dormir, acaricio cada regalo que me hizo porque están su tacto y su aroma en ellos.

… está en todo lo que hago, en todo lo que escribo, en mis sonrisas, en mis lágrimas.

… hay un poco o un mucho o toda ella en todo lo que me rodea.

… hice lo posible y lo imposible para no perderla, para no ver cómo se ha alejado ya para no volver.

… la buscaré en cada mujer, en cualquier fiesta, en Reykjavik, en Copenhage, en Praga, en Wellington, en mi casa, en sus calles, en nuestros bares, en cada tequila que me tome, en los bailes arrítmicos como eran los nuestros.

… hacer el amor con ella no era esa muerte dulce que dicen que es, sino llenarme de vida, seguir haciendo acopio de razones para vivir.

… durante un minuto, sólo un minuto, dejó de ser lo más importante en mi vida y no dejo de castigarme por ello, porque en ese instante comencé a perderla.

… me miento gritándome por la calle que ya no la quiero, cuando es imposible dejar de quererla una vez que se la ha amado.

… he cerrado mis puertas, las que ella abrió de par en par y permitió que la alegría inundara mi vida. Ahora que ya no está y no va a volver, no tiene sentido que permanezcan abiertas.

… que sigo soñando despierto…, imaginando cómo sería…

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