jueves, 18 de agosto de 2011

FIN DE CICLO. TIEMPO DE CAMBIO.

Creo que ha llegado el momento, -si es que no había llegado ya y me estaba resistiendo a aceptarlo-, de cerrar un ciclo y dejar que comience otro. Porque a estas alturas del partido, cuando ya encaro la recta final de la vida, hay que empezar a dejar de hacer las cosas que hasta ahora parecían normales y que, a partir de ahora, pueden parecer ridículas, por no decir patéticas, a mi edad.

¿Qué ha hecho que piense así? Llevo un tiempo dándole vueltas a la idea. Repaso estos últimos años y después de volver a releer toda nuestra correspondencia me respondo que hay que afrontar los cambios. Las primeras cartas, escritas en tono formal. El grueso de ellas, las que nos escribíamos a diario, en las que intimamos. Y las de los últimos meses, más escasas y espaciadas, en las que se nota que nos hemos enfriado. Que ya no hay nada que me retenga en esta vida de ahora, en este lugar, en este tiempo lleno de confusión. Que lo que no pudimos o quisimos hacer que fuera en su momento, no lo va a ser nunca por mucho que pongamos ahora de nuestra parte. Que ha llegado el momento de iniciar nuevos proyectos, de poner proa hacia otros puertos, de buscar nuevos estímulos. Que lo que me queda ahora es hacer esta parte final del viaje ya sin compañía. No ser un lastre para nadie. Tampoco está tan mal viajar con la soledad. Llevamos ya mucho tiempo juntos y hemos aprendido a respetar nuestras manías y nuestros silencios.

Pero hay algo que sí quiero dejar claro. Aunque no esté a la vista para los que me han acompañado hasta ahora, siempre, siempre, cuando me necesiten, acudiré raudo a su llamada y allí estaré, porque han de saber que pueden contar conmigo. Ellos ya lo saben. Silencioso y en un rincón para no molestar. Pero a su lado, incondicionalmente, como hasta ahora.

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